Excepcionalmente dotado en detrimento propio, el príncipe Cecil siempre había encontrado la vida mundana sin esfuerzo. Un día cualquiera, su vida dio un giro inesperado al comprometerse con la señorita Bertia, la hija del canciller. Este compromiso, sin embargo, era cualquier cosa menos típico. «¡Príncipe Cecil! Debo confesar que soy la villana de esta historia». La declaración de Bertia fue sorprendente. Afirmó tener recuerdos de su vida anterior, en la que había sido la antagonista de un «juego Otome». Su gran ambición era destacar como villana y anular así su compromiso. Sin embargo, a pesar de sus planes para cometer diversas fechorías, sus intentos siempre han sido infructuosos. ¿Será que su prometido, que aspira a dominar la delicadeza villana, simplemente se equivoca en sus esfuerzos?